Llorar de felicidad.

No es exageración cuando les decimos que nos volvemos muy amigos de nuestros clientes. De alguna manera, nuestro proceso nos hace acercarnos de maneras inimaginables con ellos. A Veces no solo como diseñadoras, sino como coaches, consejeras, psicólogas….Nos encanta oírlos, cuando nos sentamos a conocerlos o a hacer los talleres de estrategia, hacemos preguntas que abren puertas y nos permiten tocar temas muy profundos, esto hace que nos conectemos a otro nivel y por esto mismo la mayoría de las veces se rompe la barrera cliente/proveedor y se abre la ventana de una amistad.

En un caso particular, en los talleres de estrategia hicimos preguntas que movieron muchas fibras y nos permitieron llegar a su corazón y a entender que la movía a crear este proyecto. A la hora de sentarnos a diseñar, recordamos mucho las palabras que usaba, una frase que usaba mucho era: “que felicidad tan amarilla” y por eso, a la hora de sentarnos a crear, fue inevitable pensar en que el amarillo tenía que ser parte fundamental del color de la marca. Para ella, esta frase coloquial usada en varias ocaciones nos hizo entender que para ella la felicidad era literalmente color amarillo.

Fue así como el día que hicimos la entrega de su marca, en una reunión presencial que se sentía más que de trabajo, una entre amigos, a medida que iban avanzando los slides de la presentación, empezamos a ver que corrían lágrimas por su cara, esas lágrimas las acompañaba una sonrisa de oreja a oreja y unos ojos que brillaban llenos de ilusión. Al finalizar un: ¡WOWWWW! rompió el silencio, fue muy emocionante y nos abrazamos. Nos dijo que habíamos logrado plasmar su esencia en cada trazo e idea que creamos y que se sentía completamente identificada con su marca.

Ese día reafirmamos que lo que hacemos tiene un impacto enorme en nuestros clientes y que es nuestra repsonsabilidad crear marcas que inspiran y mueven todas las fibras de las personas para quienes las creamos. Por historias como estas es que amamos hacer lo que hacemos.

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